Tafí del Valle. Tucumán. Junio de 2022.
![Imagen](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgoARyXf7lJfMatPl7rpsJovO5zr-YLUHMeZ4vNy_uogxoM0QPecNSuOgOFPHTakYgwWzn3gbDG0gGQBT1bU3Ehy8rXSYlSRp-84X_69yg4rWfqqqOJWtBh3FoB5pOyC2c6SsuS2TsRg00XOgJAQP9VsacGBFB8aBpAx3MEC3D9BgRiCFjPWE6cAcGW/w575-h323/20220618_160046.jpg)
Este no será un blog donde aflora la alegría y la felicidad por las experiencias vividas, donde me sorprendo y despierta la niña. Cuento sobre algunos caminos, no solo de Tucumán, sino hacia mis sentimientos y emociones. Dicen que caminar aclara los pensamientos, y este viaje a Tucumán -que había comprado hace casi un año- me venía al pelo. Elegí ir a Tafí del Valle, donde hay mucho para caminar. El primer día fui al cerro La Cruz, y un poco más allá. Vista de Tafí del Valle desde el cerro La Cruz. Camino hacia El Pelao. A esa altura, Muñoz, apacheta, Colalao, cañaveral, Amaichá, Negrito, vegas de altura (que todavía no sabía lo que era y descubriría al día siguiente), eran palabras, símbolos o imágenes que desataban lágrimas de tristeza. El sendero más largo que pensaba hacer era al albergue de La Ciénaga. Había preguntado en distintos grupos de trekking si alguien iba, y nadie respondió. No sé si fue inconciencia, o desafiar mis límites, o comprobar mis fuerzas, o necesidad