Florianópolis. Brasil. Enero de 2018.




Era enero de 2018. Llevé a mis  viejos a la terminal, volvían a su casa. Veo un cartel de Crucero del Norte, "Viaje a Brasil". Me acerqué por pura curiosidad, para saber cuánto costaba el pasaje a Camboriú. En mis planes tenía el proyecto de pedir un préstamo bancario para remodelar el baño.  Le comenté a mis viejos y a mis hijos el precio del pasaje. Creo que fueron otras dos o tres visitas más a la ventanilla,., mediadas las palabras de mi familia, alentándome a que vaya y deje el baño para otra vez (pasaron 4 años...y el baño sigue como era entonces, ya se imaginan lo que ocurrió..)

Al día siguiente estaba sacando pasajes.. ¿por qué no a Florianópolis?

Comencé a usar el Google Maps y el Earth, visitar plataformas y foros de viajes, entre ellos Tripadvisor. Elegí dónde quería ir: Campeche, y ver lugares a los cuales podría ir: todas las playas hacia el sur de la isla. Reservé el alojamiento a través de la plataforma Booking.

Cada viaje que realizo lleva un tiempo de estudio y planificación. Guardo en el GoogleMaps aquellos lugares que quiero visitar, leo las reseñas de los usuarios, y luego, a mi regreso, realizo algunas sugerencias/opiniones de los lugares que he visitado. A veces sugerencias tan sencillas como "sentarse del lado derecho del bus", "llevar repelente" o "cargar con poco peso", me han sido de gran utilidad, por lo que retribuyo con información que puede ayudar a otros.





Praia do Campeche, en la zona sur. Poco frecuentada, rústica, ventosa.  Mi primer contacto con el mar después de mucho tiempo. El alojamiento estaba a dos cuadras, por lo que cuando no estaba recorriendo otros lugares de Florianópolis, bajaba con mate y esterilla a la playa.



Praia da Galheta. Una playa de nudismo opcional. Hacia el sur, pegada a esta, Praia Mole.. mucho más pipí-cucú (un domingo al mediodía.. como para huir)




Desde un morro. Travesía a Sanquinho.

 

Playas del sur de Florianópolis, desérticas, agrestes, con pocos servicios, bellísimas!  Camino a Saquinho. 
Ese día tomé el bus hasta Dos Acores, caminé hasta la Ponta do Saquinho, descansé y almorcé al sol-que ya me estaba molestando- y regresé por la orilla a Pantano do Sul. Fueron más de 10km en la arena. Al día siguiente no pude moverme hasta la tarde y con mucho esfuerzo pude bajar a la playa de Campeche, como para no desaprovechar "todo" el día. Estaba incinerada, agotada, acalambrada. Una experiencia que no volví a repetir.



Lagoinha do Leste. Uno de los lugares que más tenía en mente. A las 9am comencé la trilha -el sendero- entre la vegetación tupida y el barro, había llovido días anteriores. Más de una hora de caminata. Llegar y tomar mate a orillas del brazo de agua dulce, antes de que desembocara y se confundiera con el agua salada,  en una playa casi desértica, fue uno de los placeres que recuerdo con orgullo. El regreso, ya es otra historia.. muuucha gente.





Me movilizaba en bus. Desde el celular podía consultar la frecuencia de los buses que me llevarían a cada posible destino, a través de la aplicación Maps. 
-Celular que compré antes del viaje. Había estado creo que 4 o 5 años sin teléfono- .
Armacao do Sur. Un pueblo pesquero muy pintoresco.  Armacao y Matadeiro son dos playas separadas por una pequeña península: Ponta das Campanas.
Desde Armacao salen las lanchas para ir a Isla Campeche, excursión que no pude realizar por las condiciones meteorológicas: mucho viento, razón por la que las embarcaciones no salen. Pero en la cola de espera de dos horas conocí a una familia joven de BsAs. 
Los mejores platos con mariscos se comen en los restaurant en la playa. Hay uno que tiene millones de cartelitos colgando del techo.




Pantano do Sul, pueblo de pescadores. ¿O ahí estaban los mejores mariscos? Deberé regresar, ahora recuerdo que no tomé la caipirinha.





Una mañana decidí ir hacia el norte: Barra de Lagoa. Duré 20 minutos en la playa. Una playa muy concurrida, especialmente de jóvenes que quieren imponer su música, así que eran muchos parlantitos que vibraban en simultáneo. Pegué la vuelta hacia la Laguna de Conceijao -andaba necesitando un poco de agua dulce- y la recorrí en una embarcación tipo barco pirata. 
En realidad, ya había estado en la Lagoa do Peri, donde experimenté algo extraño.. me bañaba en el mar, y cuando me molestaba la sal, cruzaba la ruta y me bañaba en la laguna de agua dulce. Eso lo hice unas tres veces.




Llegué en bus hasta Barra do Sul. 
Para llegar a Praia Naufragados tuve que hacerlo en un bote a motor de dudosa confiabilidad. Alli sentí un poco de temor. Éramos tres tripulantes bordeando la costa. Nadie se enteraría si me pasaba algo. Valió la pena, además de que sería una aventura que recordaría varias veces después, porque  me esperaba una playa de arenas blancas, y no había el viento que casi estaba agotando mi paciencia después de 9 días. El regreso lo hice por una trilla de poca dificultad...jeje.. podría haberme ahorrado los nervios de la ida, pero no. No cambio la experiencia de haber surcado los australes mares de la isla de Florianópolis en un bote donde una mujer iba sacando el agua que se filtraba, con una latita.


 Este viaje a Florianópolis encendió la mecha. Ya no habría retorno. Encontré más que playas desérticas y blancas, encontré la confianza en mi.

Me crié en una sociedad con demasiados prejuicios, donde hay una forma de ser mujer: arreglada y pintada, que debe tener un hombre al lado en quien apoyarse, y ser madre para realizarse. Doy gracias por haber vivido en un tiempo en que pude romper con estereotipos, sin demasiado costo. 

Viajar sola a los 50 me enfrenta a desafíos (el primero es encontrar vuelos baratos!), en donde puedo aprender y desarrollar habilidades, a veces hasta de supervivencia. Viajar sola me llena de experiencias, de vida, y a veces, me muestra mi lugar en el mundo. 




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