El Calafate y El Chalten. Santa Cruz. Agosto de 2018.



A mi regreso de Brasil, algo había cambiado en mi. 
Dejé de comprar alfombras, repasadores y otras bol.de..s. 
En unos meses cumpliría 50. Jamás se me cruzó la idea de hacer una fiesta.  Las mejores fiestas eran las de los cumples de mis hijos, eso de pintar al Rey León o a los PowerRanger- con sus respectivas familias- en cartulinas grandes...eso si, lo disfrutaba. Pero los chicos ya son grandes, y ahora le tocaba a mamá😁 Asi que empecé el largo peregrinar por la página de Aerolíneas Argentinas, buscando destinos, combinaciones, fechas, en fin.. vuelos baratos. Tenía que ser algo lindo, para regalarme para mi cumple. Y encontré a El Calafate, previa escala de un día en Bs.As. de ida, y dos días, en la escala de regreso. Más de una semana.. Y comenzó también la preocupación por no faltar al trabajo, así raye los 38°. De esa manera podría juntar las faltas disponibles. "Si te gusta el durazno, bancate la pelusa".
El día antes de viajar tuve una discusión fuerte con una colega y amiga. El viaje de ida lo hice en un llanto. Estaba muy triste, enojada, decepcionada. La vida tiene eso. Y cuánto más rápido aprendamos que esos sinsabores son parte de la vida misma, y que lo más valioso es la salud, más y mejor la disfrutaremos.

Antes del amanecer del 5 de agosto, fui a Aeroparque en taxi. Desconfiada, pensé que me estaba "paseando" por Bs.As. y me pelee con el hombre. Alguna vez había viajado en avión, pero hacía años luz.. así que me enfrenté con el Check-in, cual pueblerina, nerviosa, mirando y copiando lo que hacían los demás. Relax mujer.. relax.. que vas a infartar!
Aterrizar en El Calafate fue un flash de imágenes que quedaron grabadas en mi retina.

El Calafate- El Chaltén: un antes y un después.


                                                                     
                                                    Aterrizaje en El Calafate... solo suspiros.




 

En la escala de BsAs aproveché para conocer el Jardín Botánico Carlos Thays. Este pulmón verde en una megaciudad, me sorprendió gratamente. Hay visitas guiadas gratuitas. Un lugar apacible donde ir a caminar, tomar unos mates, o  tener un almuerzo rápido.








Bonustrack: nevaba.




Mi primer encuentro con el perito Moreno. Era domingo, pasado el mediodía. Salí a recorrer la ciudad. Casi todo estaba cerrado. Encontré un sucuchín donde comí el mejor guiso de lentejas de mi vida.



A las 14.30hs pasaron a buscarme para hacer la excursión "Balcones de Calafate" que había contratado meses antes. Iba una pareja de españoles  y una chica de Brasil.


Mucha nieve, nunca vi los "balcones". Fuimos a un centro invernal, con motos de nieve tapadas de nieve. Tomamos un chocolate caliente. Con la compañera brasileña, con la que poco nos entendimos en palabras, intercambiábamos  máquinas de fotos, que registrarían unos de los momentos más lindos que viví,  en el medio de la nada.



Revolcándome en la nieve festejé los 50.
A la noche fui a pub a comer una hamburguesa de guanaco (todavía lo siento..) y tomar una cerveza
 roja artesanal. Ya estaba aprendiendo a no pensar en el "qué pensarán" si ven a una mujer sola en un bar. Otra vez, fui feliz.


 
 
A veces uno vuelve a sentirse niño. 




Frente al glaciar Perito Moreno, en el Parque Nacional Los Glaciares. 
 Cuando comenzó mi peregrinaje por la página de Aerolíneas, también comencé a frecuentar las páginas de "Usados". Por ejemplo ese pantalón de nieve lo compré usado, al igual que las botas.



Las pasarelas hacia el glaciar cubiertas de nieve. Un espectáculo de la naturaleza... y del hombre.


Casi tuve que vender mi cuerpo para pagar el minitrekking sobre el glaciar. Caro, pero vale cada peso invertido en esa experiencia. Fui contratando las excursiones con varios meses de anticipación. , esta con la empresa Hielo y Aventura:  https://hieloyaventura.com/tour/minitrekking/ . También ofrecen otra excursión más completa, el BigIce.
 


Ahí ya estaba con los crampones colocados, caminado sobre el glaciar. Las mochilas se dejan en un refugio. Sugerencia: llevar una botellita de agua vacía para ir recargando.




Una experiencia única. Hacia el final de la excursión, nos sirvieron un whisky con hielo del glaciar. 


El tercer día en El Calafate fui en navegación hacia el glaciar Upsalla (al que nunca vi debido a las condiciones meteorológicas) y Spegazzini.

 
 Presencié una charla entre los miembros de una flia que discutían sobre qué era más imponente, si las cataratas del Iguazú o este glaciar. 



Cosas de la naturaleza... cuando llegamos al glaciar Spegazzini, se disipó toda la niebla y nubosidad que nos había envuelto en todo el viaje. Una maravilla. 



Para el día 4 había comprado un pasaje hacia El Chaltén: capital nacional del trekking. Una parada obligada, el parador La Leona.




Hasta ese momento ya había hecho varias caminatas largas, desde los montes de espinillos y ñandubaysales recolectando sp vegetales para herbarios y de insectos para camas entomológicas (otra de las cosas que me avergüenzo en la vida, como comer hamburguesa de guanaco), hasta caminatas en la selva virgen del Cuñapirú con alumnos de 5 año un poquito más grandes que yo.


Pero El Chaltén...ay... El Chaltén.. que secretos guardará ese coloso "humeante" y magnético.




El primer contacto con los senderos fue hacia El Chorrillo del Salto. Ya había analizado todos los posibles senderos para realizar en los próximos tres días, y ese calzaba justo para la media tarde que me quedaba. 



Entre lo desconocido, lo agreste y solitario, perdida en el bosque andino patagónico, otra vez, fui feliz. Ah.. no tan solitario, cuando corro una mata para recuperar la senda.. ¿a quién veo?? a una señora, su hija y nieto, con los que había compartido la fila del vuelo BsAs-El Calafate, y con quienes compartí la mesa en el catamarán de la  Excursión de Ríos de Hielo Express el día anterior. Ya para esa altura, éramos familia!! Así que nos volvimos a saludar, charlar un ratito y a despedir.




Otra anécdota de viaje. Cuando fui a sacar los pasajes para El Chaltén, había una joven pareja de extranjeros que estaba sacando pasajes. El día del viaje, yo ya estaba en el interior del bus cuando veo a esta pareja que corre por la calle haciendo señas al colectivero. Así que le dije que parara.. la chica subió toda llorosa, agotada, me acerqué hasta el fondo, le di una botellita con agua y un alfajor y le dije que todo iba a estar bien. El muchacho me dijo "gracias", en castellano. Cuando me bajé, la chica me corrió para devolverme la botellita y como pudo, me dijo gracias, pero vi su agradecimiento en los ojos. 
Al día siguiente esperé un poco a que clareara, y salí hacia Laguna Capri. Ya dije que había estudiado los senderos, el tiempo de caminata y el grado de dificultad. Luego de unos pocos kilómetros, escucho voces. Cuando me encuentro con los que hablaban.. adivinan quienes eran? la pareja del colectivo. Nos abrazamos como compinches. Eran franceses. El chico hablaba algo de castellano y yo.., yo.. tengo que seguir estudiando ingles si no quiero seguir balbuceando palabra sueltas. Compartimos unos cuantos kilómetros, pero no tuvieron tiempo de llegar a la laguna Capri, tenían que regresar a tomar el cole de vuelta a El Calafate. El tomó unas fotos y le di mi correo. No supe más de ellos. 
En esa foto, a orillas de la Laguna Capri congelada, sintiéndome como si hubiese ascendido el Aconcagua.





Y por supuesto, acarreo el termo cargado kilómetros y kilómetros.. solo por el placer de tomar unos mates donde se me plazca.. A veces la felicidad es tan simple..





Trekking corto al Mirador de los cóndores- a esa altura todavía no usaba  la palabra trekking- En el fondo, El Chaltén. 



El tercer día, fui hasta el mirador Cerro Torre. En algún momento tuve miedo. En los senderos la nieve se había transformado en hielo, y este se derretía, y se formaba barro.. había algunos tramos de pendiente abrupta, y no había nadie. Cuando encontré a dos chicas italianas, estuve más tranquila, en algunos tramos compartíamos la caminata. Luego se sumaron un par de chicos de BsAs, y compartimos las viandas en ese mirador. Y hasta alli llegamos, una Guardaparque nos alertó que las condiciones de los senderos no eran buenas.





Una de las experiencias más extremas😀


 El Chaltén en invierno: solitario, enigmático, majestuoso. Volveré.



Cuando digo que este viaje fue un antes y un después, no exagero. 
Si Florianópolis me devolvió la confianza, El Chaltén abrió mi cabeza.
Comenzaría el camino de dejar de lado lo material- que nunca me interesó demasiado tampoco- para concentrarme en una búsqueda desenfrenada de nuevos lugares, nuevos caminos, nuevas experiencias. Sed de aventuras. 
A los 50 también se puede empezar!








































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