Salvador de Bahia. Octubre 2025

 Llegué a Salvador de Bahía el último día de setiembre. Me había tocado ventanilla y era un día radiante.




En el aeropuerto tomé un bus que hace el traslado gratuito hasta la estación Aeropuerto del Metro. Otra vez me sorprendió el transporte público de Brasil. Limpio, seguro y económico. Hice trasbordo en una estación y me bajé casi al final del recorrido, cerca del Pelourinho, donde tenía una reserva de alojamiento, atendido por Lucía, una mujer bahiana muy amable. Dejé la mochila y me fui a recorrer el centro histórico. El viaje tenía otra finalidad más que visitar museos o iglesias, así que dí una recorrida rápida. 


                Iglesia de Sao Francisco. Centro histórico.

Tomé un cole urbano y bajé en Porto da Barra. Me metí al agua, templada, transparente.. y caminé hasta Morro do Cristo.




                                               Praia Porto da Barra.


Museo Naútico y vista desde el Morro do CristoCristo.

Volví al alojamiento,  me bañé y salí otra vez. 


Tomé un cravinho y remonté como pude las calles empinadas del Pelourinho.😁





                
Atardecía en la Bahía de Todos los Santos. El elevador Lacerda es gratuito y las personas lo usan para ir desde el barrio histórico a la zona de la terminal fluvial, y viceversa.
                

En un puestito del centro histórico me senté a comer una moqueca de camarao. Ya había probado el acarajé y otras que no recuerdo.

Al día siguiente fui a la terminal fluvial y tomé un catamarán a Morro de Sao Paulo (150R).

                                                       Llegando a Morro de Sao Paulo
                                                                                3° Praia
                
                                                Vista desde el mirante do farol do Morro

Al día siguiente caminé hasta Gamboa, otro pueblo de la ilha de Tinharé. Volví en lancha (6R)

Arcillas de propiedades medicinales, con la que me hice un autospa


Praia de Gamboa

Al mediodía hice snorkel en las piscinas naturales de la 4° praia y después caminé a la 5° praia.

                                        


                                  Playas solitarias, agrestes, desérticas, de arenas blancas y aguas templadas. 

                                                               Otro atardecer. Otro amanecer

Decidí ir a la isla de Boipeba, ahora que tengo energías y puedo caminar 23 km por día y al día siguiente otros 23. El transporte terrestre era caro 150R, asi que decidí ir en lancha convencional, la que usan los locales. Ya dije, es el turismo que elijo, porque de otra manera, no podría conocer ni  la cuarta parte de lo que conozco. Lancha a Valencia, incluído un traslado terrestre, 22R, y la lancha rápida a Boipeba 63R.



Llegar a Boipeba por agua fue deslumbrante. Me preguntaba cómo es que estaba habitada esa zona remota, y desde 1700. La isla es hermosa, tranquila, pintoresca.  Sentí lo mismo que en Morro, que hasta los perros son más felices ahí.
Fui a un hostel, dejé las cosas y caminé por trillas y playas hasta Moreré. No podía creer lo que veia. Era como el caribe colombiano.

                                                                 Playas de Cueira y Moreré.




                                                          Atardecer en Boipeba




En el hostel conocí a tres chicos argentinos y a Tere, una española con quien compartí la habitación. Al día siguiente, Tere, Andrea y yo, fuimos a tomar la  lancha a Valencia, y de ahi a Salvador. Como ellas habían contratado el traslado y yo lo hacía por mi cuenta, en uno de los trasbordo, perdimos el contacto. Gracias chicas por las charlas y sugerencias de viajes.

El ferry para cruzar de Bom Despacho a Salvador, me sorprendió. Grande, con tres pisos, moderno, cómodo y económico (9R). Fue un hermoso paseo.



Fui a otro alojamiento en Barra, a la playa y a caminar. Miraba las opciones para el día siguiente y decidí ir a Ilha dos Frades en escuna, 120R. 

En la isla hay una playa declarada de Bandera Azul, certificación internacional que reconoce su calidad ambiental.





La excursión siguió a la Ilha Itaparica. Esa parte no me gustó porque nos llevaron a un restaurant, al que por supuesto yo no voy, por lo que la otra opción era quedarse en la playa, y había poca, por la pleamar. Fue el único momento un poco incómodo, porque me hubiese gustado caminar más... y no había hacia dónde. Llegar a Salvador al atardecer fue lindo.
                                                                    Itaparica.


                                                                 Forte Sao Marcelo.

Tampoco iba a pagar el transfer hacia los hoteles.. re rata..ja. Opté por el transporte público, mala elección porque erré un colectivo y terminé en la loma de la china, ya era de noche y camine como 2mil cuadras más.. ja. Llegué destruída. 

 Al día siguiente, otro cole al aeropuerto, por 2 R. 
  

Esta vez no tomé caipirinas ni bailé como en Ilha Grande con Lucas y el grupete lindo que se armó aquella vez.  Fue un viaje más bien solitario y de disfrute de esa soledad, de sentir el placer en la arena y en el agua templada y transparente, en las trillas con palmeras, en los amaneceres solitarios y los atardeceres dorados. Placeres.. eso que siento cuando me largo a la aventura.



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